Ginebra, 7 de octubre 2025
A dos años del inicio de la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza, la comunidad internacional enfrenta una de las pruebas más dolorosas y reveladoras de su propia incoherencia. Lo que ocurre ante los ojos del mundo no es una guerra convencional, sino la continuación de un proceso histórico de colonización, desposesión y exterminio sistemático del pueblo palestino, cuyos orígenes se remontan a la Nakba de 1948.
Durante una entrevista reciente transmitida por teleSUR y presentado por la periodista uruguaya Marina AGUIRRE, el consultor externo en derechos humanos de AIDHDES David López, advirtió desde Ginebra (CH) que “el genocidio contra el pueblo palestino no comenzó en 2023, sino que es la culminación de más de siete décadas de impunidad, sostenida por una arquitectura internacional que se derrumba ante el poder político, mediático y militar de Occidente”.

Una colonización revestida de legalidad
Según López, la raíz del conflicto no se encuentra únicamente en las tensiones religiosas o territoriales, sino en un proyecto colonial planificado y respaldado por potencias occidentales desde mediados del siglo XX. “El pueblo palestino ha sido víctima de una limpieza étnica progresiva —afirmó— legitimada por discursos de seguridad y autoprotección, que en realidad esconden una estructura de apartheid y ocupación permanente”.
La creación del Estado de Israel en 1948 respondió, en palabras del consultor colombo-suizo, a un diseño geopolítico que convertía al Medio Oriente en una plataforma estratégica para el control de recursos, rutas y poder militar, en plena era de expansión imperial occidental. “Israel —explicó— se transformó en el instrumento operativo de un nuevo orden colonial que, en nombre de la civilización y la democracia, repite las lógicas más crueles del nazismo que dice combatir”.
Genocidio y colapso del orden jurídico internacional
Desde la perspectiva del Derecho Internacional, López recordó que la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948) tipifica como genocidio los actos cometidos con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, mediante asesinatos, daños graves o condiciones de vida que conlleven su destrucción física. “Todos estos elementos se cumplen en Gaza”, sostuvo.
Las cifras citadas por el entrevistado son estremecedoras: más de 67.000 palestinos asesinados, 10.000 desaparecidos y decenas de miles de niños mutilados o huérfanos según la ONU. Más allá del número, el patrón sistemático revela una política de exterminio y deshumanización. “No hay un enfrentamiento equilibrado —dijo—, porque Palestina no dispone de ejército, mientras Israel concentra uno de los arsenales más sofisticados del planeta. Llamar a esto una ‘guerra’ es negar la realidad: se trata de un genocidio en curso”.
López subrayó que el colapso del sistema jurídico internacional es evidente: resoluciones incumplidas, órdenes judiciales ignoradas y vetos estadounidenses en el Consejo de Seguridad de la ONU que bloquean cualquier medida efectiva. “La parálisis del derecho internacional frente al sufrimiento palestino demuestra que el mundo actual ya no está regido por normas, sino por jerarquías de poder”, afirmó.
Suiza: neutralidad o indiferencia moral
Uno de los pasajes más contundentes de la entrevista fue la crítica dirigida a la Confederación Suiza, país sede de las principales instituciones humanitarias del mundo. López denunció la “vergonzosa escena” en la que varios ciudadanos suizos, que habían viajado a Gaza en la Flotilla SUMUD para entregar ayuda humanitaria y fueron posteriormente liberados de cárceles israelíes, recibieron apenas 40 francos suizos como préstamo por parte del vice-consul suizo en Estambul y un cobro adicional de 150 francos por asistencia consular.
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El episodio suizo, añadió, “refleja la burocratización global de la conciencia”, donde los derechos humanos se transforman en trámites diplomáticos y las víctimas en estadísticas. En esa lógica, la ayuda humanitaria se administra, pero no se siente; se contabiliza, pero no se comprende.
El entrevistado fue categórico al señalar que Estados Unidos y sus aliados europeos son corresponsables de este crimen, al financiar, armar y callar o justificar la ofensiva israelí mientras predican valores democráticos y derechos humanos. “La neutralidad frente al genocidio —denunció— no es imparcialidad, es complicidad. Europa ha perdido el alma de su propio humanismo”.
Occidente ante el espejo: entre la complicidad y la decadencia moral
López insistió en que Suiza, como depositaria de los Convenios de Ginebra y promotora histórica del Derecho Internacional Humanitario, tiene una responsabilidad moral agravada frente al genocidio palestino. Su silencio o pasividad —añadió— erosiona su credibilidad internacional. AIDHDES diría en sí que traiciona el legado del ginebrino Henri Dunant, fundador ginebrino del humanitarismo moderno.
Para el jurista, este hecho simboliza una “deshumanización burocrática” que contrasta con los valores fundacionales del país. “La neutralidad —afirmó— no puede ser indiferencia frente al sufrimiento humano. Cuando la ayuda a las víctimas de un genocidio se convierte en un trámite administrativo con factura incluida, se pervierte el sentido ético de la neutralidad y se degrada la esencia misma del humanitarismo helvético”.
Descolonizar los derechos humanos
Frente a este escenario, AIDHDES plantea la necesidad de una “descolonización de los derechos humanos”, un proceso que esta estudiando y desarrollando la organización con el fin de proponer algo en el marco internacional que le devuelva a los pueblos del Sur Global la capacidad de definir sus propias agendas de justicia y emancipación. Según López, el sistema actual ha sido capturado por las potencias y requiere una refundación moral y jurídica: “No podemos seguir midiendo la humanidad con patrones occidentales. Gaza nos exige repensar el sentido mismo del derecho internacional”.
La entrevista concluye con un llamado a la acción ética y colectiva: la defensa del pueblo palestino no es una cuestión ideológica, sino una obligación moral frente al silencio cómplice de las instituciones. “Cada bomba que cae sobre Gaza destruye no solo vidas, sino también los cimientos del derecho internacional y de la conciencia humana”, sentenció López.