La provincia de Jiangxi fue el lugar donde se dio un diálogo inesperadamente revelador entre David López, consultor externo en DDHH y mecanismos ONU de AIDHDES y Shanhui Zhang, corresponsal en francés de CGTN. No fue una entrevista tradicional ni un panel formal: fue una conversación genuina, nacida después de días recorriendo tierras, cooperativas, aldeas ancestrales y centros productivos donde el desarrollo no es teoría, sino paisaje cotidiano.
Lo que surgió de ese intercambio fue una radiografía directa —sin filtros ni relatos prestados— de cómo se construye hoy el desarrollo en la China rural y qué significa eso para los pueblos del Sur Global.
El campo chino: donde la autonomía es práctica, no promesa
A lo largo de la misión, AIDHDES pudo observar algo que sorprendió incluso a quienes ya conocían el país: la autonomía de los campesinos chinos. Agricultores que cultivan, transforman, embotellan, etiquetan y venden sus productos directamente. Productores que crean sus propias marcas, realizan transmisiones en vivo desde el campo para vender online y negocian tanto dentro como fuera de China. Cooperativas que organizan la tierra de manera coordinada, no desde una imposición vertical, sino desde la convicción de que juntos se produce más y mejor.
Shanhui Zhang lo explicó con sencillez: “Aquí ya no existe la idea del campesino aislado. Todos forman parte de un proceso colectivo donde la empresa, el gobierno local y el agricultor reman en la misma dirección”.
Ese modelo —que integra propiedad campesina, empresa local y apoyo gubernamental— permitió algo que muy pocos países han logrado: la erradicación total de la pobreza extrema antes de 2021, un hito reconocido por múltiples organismos internacionales.

Entre Jiangxi y América Latina: espejos que incomodan y enseñan
Durante la conversación, López hizo inevitable la comparación con la realidad latinoamericana, especialmente con Colombia, donde el 1% de la población posee el 95% de las tierras productivas del país suramericano. Una concentración feudal que impide a millones participar de la riqueza que generan ahondando más el conflicto armado y afectando a su vez el derecho a la paz.
Zhang respondió sin confrontación, pero con claridad: el modelo chino demuestra que democratizar beneficios —y en algunos casos, acceso a la tierra— no destruye la economía. Al contrario, crea ciclos de estabilidad que permiten que incluso empresas privadas prosperen sin devorar al pequeño productor.
En un mundo donde ciertos discursos repiten que cualquier reforma agraria o modelo alternativo lleva al colapso, Jiangxi ofrece un contraejemplo vivo.
Derechos humanos: una definición que se expande
Uno de los momentos más profundos del diálogo llegó cuando Zhang habló del significado de los derechos humanos. Sin atacar otras visiones, explicó que China concibe los derechos humanos como algo más amplio que libertades individuales: incluyen el derecho a vivir bien, a desarrollarse, a tener seguridad alimentaria, a respirar un aire limpio y a beneficiarse del progreso.
Este enfoque no contradice el derecho internacional; lo complementa. De hecho, coincide con:
- el derecho al desarrollo (Declaración de 1986),
- el artículo 1 de los Pactos Internacionales de 1966 sobre autodeterminación,
- los artículos 1, 55 y 56 de la Carta de la ONU,
- y el principio de no intervención de los artículos 2(1) y 2(7).
Lopez lo resumió en una frase memorable: “No tiene sentido hablar del derecho a la vida si detrás no hay una calidad de vida.”
Una idea sencilla, pero cargada de profundidad geopolítica.
La identidad como columna vertebral del desarrollo
En el transcurso de la misión, la delegación visitó aldeas con más de mil años de historia. Arquitecturas preservadas, museos locales, casas ancestrales y rituales culturales que no se han perdido pese al avance tecnológico.
Shanhui Zhang insistió en que este equilibrio no es casualidad: China entiende la identidad como un recurso estratégico para su desarrollo, no como un recuerdo del pasado.
López estuvo de acuerdo, recordando las palabras de Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. En ese sentido, Zhang lo mismo y complemento afirmando que la conservación de la memoria, tanto en China como en otros países del Sur, es una forma de proteger la capacidad del pueblo de decidir su futuro.
Multipolaridad desde la tierra: una lección que viaja más allá de China
El diálogo terminó con una invitación que trasciende fronteras: dejar de analizar a China desde la distancia. “Para comprender este país —dijo López— hay que venir, caminar la tierra, hablar con la gente y ver cómo viven”.
En un sistema internacional donde muchas narrativas se construyen desde lejos, el encuentro AIDHDES–CGTN mostró otra manera de dialogar: desde el terreno, desde la experiencia concreta, desde la cooperación entre pueblos que comparten desafíos similares.
Más que describir un modelo, la conversación reveló una certeza: el futuro del Sur Global no necesita imitar; necesita comprenderse a sí mismo y construir desde su propia realidad.
Y en Jiangxi, esa realidad habla con fuerza.
Para ver la totalidad del dialogo (en francés) :

